…del puzzle.
Amor.
Con total seguridad, sólo hay una cosa que te pueda decir: Si no crees en él, no pasará por
ti
Existe.
La duración ya depende de causas mayores, pero existe.
Además, se mezclan un sinfín de variables que provocan un significado distinto entorno a
este concepto entre cada uno de nosotros. Sin embargo, una característica que comparten
todas nuestras representaciones del amor es que es ideal.
Ideal, al menos, de una forma personalizada. Y esta idealización depende, ni más ni menos,
que de nuestros valores y expectativas. Y no, no te equivoques: ideal no es sinónimo de
perfecto. La idealización de la que hablo es una perfección subjetiva. Que nadie te engañe y
te diga que el amor ideal no existe, porque la palabra «ideal» no es más que el conjunto de
ideas que tú tienes acerca de algo y, hasta donde yo sé, esa capacidad aún nos funciona y se
nos permite.
Es más, la imaginación es el terreno potencial de la existencia de las cosas. Tú eres el
primero que debe creer en algo para que sea posible que suceda. Tú eres el primero que debe creer en aquellos valores que buscas. Si no, de otro modo,
estarás tan limitado que serás incapaz de darte cuenta de ellos cuando te pasen por
delante paseados por una persona que, quizás, si aún conservaras un atisbo de aquella
pequeña ilusión que un día perdiste, hubiera compartido mucha felicidad contigo.
Cada uno se adapta al tipo de amor que cree merecer, pero algunos se adaptan a
situaciones límite por creer que merecen muy poco o, incluso, que aquello les basta. Así
que, para empezar: quiérete como nadie va a quererte nunca. Aprende a vivir contigo, a
valorar la soledad, a escucharte y a concederte cariño.
Conócete. Porque, si tú mismo no sabes quererte y hacerte feliz, ¿cómo pretendes que otra
persona adivine el camino para conseguirlo?
En primer lugar, aprende a ser feliz tú sólo, de este modo, después podrás compartir tu
felicidad con otra persona sin que la tuya, des del primer momento, haya dependido
completamente del otro.
Equivócate con las parejas, sufre sus duelos, date margen, pasa etapas. Evita reenganchar
una historia con la otra: no es sano, aunque precisamente lo hagas para no sufrir.
Debes saber que el sufrimiento y el dolor forman parte de la vida y del aprendizaje.
Reenganchar historias sería como ir tapando y destapando la tirita de una herida que
nunca acaba de cicatrizar.
Y es que cuando dicen que el tiempo es sabio, tienen razón: el tiempo nos beneficia con
margen para pensar, asimilar y reflexionar las cosas. Por lo tanto, enlazar una relación con
otra es saltarse los pasos e intentar masticar un filete recién salido del congelador.
Hará daño.
Así que, para saborear sano y con gusto, la buena receta se merece su tiempo. Concédete
tiempo tras un disgusto y prepárate para un futuro «por si acaso».
Ilusiónate con las cosas y con las personas. Si cuando eras más joven creías en el amor
platónico, «desplatonifícalo».
ÉSO, no existe.
Sin embargo, aquello que, con suerte, puedes ser capaz de llegar a sentir con alguien es
que, a pesar de no ser perfectos ninguno de los dos, aquel tipo de combinación os parezca
inmejorable.
Es decir, que os parezca ideal.
Me pregunto por qué, últimamente, 3/4 partes del mundo y, cada vez, a edades más
tempranas, dejan de creer en el amor y, sin embargo, el mundo y las relaciones giran y se
mueven en torno a él.
Que nos equivoquemos o no encajemos como hubiéramos querido con algunas personas
no descarta que existan otras, entre los millones restantes, con las que nuestra historia
pudiera aproximarse a la idea inicial que teníamos sobre el tipo de pareja de la que nos
gustaría formar parte.
¿Por qué, si no creemos, escuchamos canciones de amor, vemos películas románticas,
escribimos sobre el tema o, incluso, renegamos de él?
La frustración no es más que indignación por haber fracasado en algo en lo que creíamos.
Por lo tanto, recupera esa vieja creencia, pásala por agua y lávala con las lágrimas que
lloraste o las que te quedaron por derramar. Que la vieja creencia quede bien «llorada» y
tiéndela para que se seque.
Mientras tanto, tú dedícate a estudiar el manual del «quererse bien a uno mismo» y,
cuando creas que ya eres capaz de ponerte a prueba, ve a recoger tu vieja creencia que,
con suerte, mientras tú estudiabas, ella habrá estado aprendiendo a brillar como los rayos
del Sol.
En ese momento, ya estarás listo.
¿Para qué? Pues verás:
Estarás listo para ser tú mismo y compartir esta sinceridad absoluta con alguien. Y es que
no hay mayor sinceridad que la naturalidad de una persona cuando está contigo. Estarás
listo, por lo tanto, cuando no te importe mostrar todas tus cartas y en el momento en el
que sientas que, si no pones en la mesa alguna de las que tienes, sería injusto porque
significaría renunciar a uno mismo… ¡con lo que tú eres! O eso, al menos, es lo que has
aprendido durante este tiempo.
Será entonces, cuando estés listo para reconocer a la persona que tenías por ideal,
pasando ésta del mero concepto, a la realidad. Estarás listo para querer mucho y, lo que
aún es más importante, para querer bien. Y es que, amigo, a querer, como ya has leído
antes, también se aprende.
Listo para compartir tu vida con una persona y manejar ilusiones. Para emocionarte con
cualquier cotidianidad en el momento en el que la otra persona participa en ella
convirtiéndola en especial. Listo para entender la diferencia entre renunciar y adaptar. Y
es que, para ser feliz con alguien, no es necesario renunciar a tus planes, sino que existe la
posibilidad de adaptarlos conjuntamente para disfrutar de ellos, incluso, en común.
Estarás listo para dejarte arrastrar por sensaciones que nunca habías conocido, por
emociones que asustándote por su intensidad, te recuerdan cuáles son las cosas más
importantes de la vida. Estarás listo para dejarte llevar y, aún más necesario, dejarte
ayudar por alguien en momentos de vulnerabilidad. Incluso en muchas ocasiones, aún
queriéndote bien, tendrás la sensación de que su bienestar te importa más que el tuyo.
Estarás preparado para aprender a aceptar diferencias y, aún así, quererlas con toda la
fuerza que a uno se le permita tener. Ninguna palabra y ninguna actitud cercana al
compromiso te asustará si estás listo para recibir lo que merecías. Así pues, podrás añadir
en tu vida, no sólo a tu pareja, sino a un mejor amigo en la lista de los contactos más
importantes de tu vida.
Serás capaz de dejar fluir tu creatividad y pensar en un millón de detalles para
sorprenderle. Y, además, contarás con la ilusión y las ganas de querer cuidar esa historia
siempre. Descubrirás que puedes echar de menos y quererle todavía más. Y serás capaz de
soportar cualquier contratiempo y bache con la seguridad de que la otra persona va a estar
a tu lado.
Estarás listo para tantas cosas, que me resulta imposible explicártelas todas. Y es que,
estarás listo para todo… menos para describir en detalle lo que realmente sientes. Así que,
hoy, sólo tengo palabras para expresarte dos ideas:
La primera es que:
Si estás sufriendo por alguien que no te valora en esencia, no te esfuerces en mantenerlo
en tu vida como pareja o futuro amante.
Esas personas son como mirarse en un espejo roto: te miras en ellas y no te ves como
realmente creías que eras, sino que sólo eres capaz de apreciar unas cuantas grietas y
desperfectos en ti que, realmente, no tienes.
Así que, mientras pierdas el tiempo con aquel espejo roto debes saber que, el espejo que
realmente vale la pena para ti, estará siendo el espejo roto de otra persona.
Por lo tanto, rechaza las personas que condicionen tu forma de ser y te hagan ver en ti
defectos, donde sólo hay diferencias. Porque, si continúas creyendo y conservando la
ilusión, el día de mañana, estas “imperfecciones” serán admiradas por otra persona y
serán las que realmente marquen la diferencia.
Y, la segunda idea que me gustaría transmitirte es:
Cree en ello.
Es decir, tómate tu tiempo, recupérate de historias pasadas, y empieza a alimentar de
nuevo tus valores e imaginación.
Pon el listón más alto de lo que lo pusiste antaño, porque te lo mereces. Y, de este modo,
estarás listo para encontrar a alguien. A alguien que te quiera por lo que eres en ese
momento, y no por lo que podrías llegar a ser.
Y, pon atención y fíjate que digo ENCUENTRA, no BUSCA. Porque, al fin y al cabo, las
mejores historias son las inesperadas. Y, después de todo esto, será en ese momento en el
que serás capaz de darte cuenta de que, lo que no estabas buscando era, precisamente, lo
que querías encontrar
Noemí Carnicero Sans.
me dejas con la boca abierta cada vez que leo algo nuevo de ti
Me encantan tus textos¡¡¡¡¡¡¡