Amigo.
Qué extraña palabra. Qué fría e inadecuada para todo aquello que en realidad supone. Qué inoportuna sobre los labios de quienes alardean tener más de los que su tiempo y corazón, en realidad, les permiten tener.
Es él, con quien puedes reír hasta la saciedad tras una rápida mirada cómplice que no necesita subtítulos ni palabras en un silencio que, para vosotros, ya es esclarecedor y comprensible. O es ella, con la que puedes quedarte sin palabras con la máxima comodidad que supone el conocimiento absoluto de ambos, sin la nerviosa necesidad de ocupar ese espacio para demostrar al otro lo que ya os demostrasteis hace tiempo.
Es él, quien sabe reconocer tus logros, alegrarte como si fueran los suyos y desearte con sinceridad el mayor de los éxitos en la vida. O es ella, quien te ayuda a conseguirlos, quien pone de su parte, aguantando tu peso en sus hombros, colocándote con su esfuerzo un poco más cerca del éxito sin importarle mantenerse debajo de ti, en segundo lugar y desde una posición que la vuelve un poco más invisible. Son ellos, quienes desean tu éxito tanto como el suyo.
Amigo.
El que no necesita llamada urgente, porque antes de que sea urgente, él se ha encargado de transmitirte tranquilidad para que sientas que todo es un poco más posible. Es tu amiga, la que en la peor de tus pesadillas transforma tus terrores en infiernos con recovecos de luz y esperanza. Son ellos, quienes te hacen llegar calma y tranquilidad cuando, quizás, no tienen ni para sí mismos.
Es tu amigo aquél en el que confías plenamente. Con el que tienes la sensación de poder ser tú, sin superficialidades. Aquel con quien no tienes reparos, con quien hace tiempo perdiste las vergüenzas, y con quien nunca has compartido un engaño.
Por eso, propongo un cambio de términos:
Propongo que llames hermano al que hasta ahora llamabas amigo. Propongo que forme parte de tus principales prioridades, propongo que se sitúe en tu primera línea de vida. Porque a los amigos, a aquellos de verdad, no les hace falta tu sangre en sus venas para sentirse especialmente vinculados a ti. De hecho, y si lo han hecho bien, pueden superar con creces ese vínculo que hasta ahora ni si quiera alguno de tus familiares ha sido capaz de crear contigo. Y mira que, eso, es empezar la partida jugando con desventaja.
Y es que, si te fijas, la combinación perfecta para estos personajes sería Her-migo o, quizás, Am-mano. Porque como bien “migo” suscita, saben estar a tu lado, contigo, cuando realmente lo necesitas. Y como “mano” indica, siempre lo hacen echándote una mano o, como mínimo, intentándolo.
Dótales de la importancia que realmente tienen. No decepciones a un amigo. Una traición, una jugada a sus espaldas, un rasguño o una herida, son momentos imborrables para la memoria de la persona que ha confiado ciegamente en ti y en vuestra amistad. No juegues con el tesoro más preciado que alguien puede poner a tu disposición: su confianza. Porque, tras una decepción, para él NO continuarás significando lo mismo. Un amigo es mucho más delicado que un familiar, porque puede significar mucho más en tu vida que alguno de ellos.
Y es que un amigo, puede dejar de ser tu amigo al día siguiente, sin haber nada que os continúe uniendo más que un recuerdo y una decepción. A un familiar, aún continúa uniéndote la sangre y, por muy roja e intensa que ésta sea, nada habrá más intenso que el dolor de la pérdida de un hermano que se ganó ese término aún si haber compartido tu genealogía.
PD: Dedicado, evidentemente, a todos aquellos que os daréis por aludidos por vuestra capacidad de hacer de mi vida, un lugar mucho más feliz.
Noemí Carnicero Sans
Hermosa reflexión, Noemí.
Muchas gracias por compartirla,
un abrazo!