Que no, que aún no se han enterado. 

Que aún no se han dado cuenta de que a mi San Valentín lo tengo en casa. Y nada de San. SANTO, con todas sus letras. Qué es eso de dejar las palabras a medias. Y ni hablar de Valentín. VALENTÓN, que eso es lo que eres.  Uno de esos valientes que se atreve a vivir la vida como pocos saben hacerlo ya: con optimismo, naturalidad y sencillez. 

Y me da igual. Me da igual que no te sientas identificado con estas palabras. Me da igual que tu humildad no te permita empatizar. Y es que me da igual, porque es otra de las cosas que admiro de ti. 

Que vivo contigo y con todos tus despertares. Soy la afortunada que entrelaza sus piernas con las tuyas cada noche, y la perdonada que te pone de los nervios ante cada uno de sus arrebatos de pesadez. Y es que vivo contigo. Vivo contigo y con todo lo que te callas cuando me aguantas. Vivo contigo y con las veces que me  calmas cuando pierdo la paciencia. Vivo contigo y con mi suerte, porque vivo contigo.

Y que no. Que no necesito celebrar que te quiero sólo un día. Que cualquier día es bueno para salir a cenar y brindar por nuestra historia, o para llevarte un desayuno de “te como a besos” a la cama.  

Cuántas veces te he dado las gracias por darme lo mejor de ti cada día. Y cuántas más lo vas a escuchar mientras compartamos nuestras vidas. Porque no me cansaría nunca. No me cansaría nunca de agradecer todos tus detalles. De agradecer cada vez que recibes cada una de mis comisuras caídas con la mejor de tus sonrisas.  

Gracias por disipar todas mis dudas, por impulsar todos mis proyectos y por multiplicar cualquier atisbo de entusiasmo que te muestro. Gracias por dividir lo peor de mí, y por potenciar lo mejor.  

Eres valiente.

Valiente por haber aceptado este reto.  

Y por eso, te quiero. 

Hoy, y todos los San Valentines.

Noemí Carnicero Sans.

1 Comentario

Publicar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *