Me ruborizas. 

Consigues pintarme un beso en las mejillas sin ni siquiera rozarlas. Consigues entrecortar no sólo mis palabras sino, y por si fuera poco, también mi respiración. Que se seque el aire que muere en mis labios y, al mismo tiempo, que sienta frío cuando tengo calor. 

Y me lanzas una breve mirada que mi imaginación eterniza. Y cruzas cuatro palabras conmigo en un intento de que un monólogo se convierta en conversación. Y yo, que sólo quiero fantasear con tu voz, dejo que esa melodía seduzca mis sentidos. Y así, que mi corazón baile al ritmo de tu respiración. 

Así que mientras tú juegas a no darte cuenta de que nuestros silencios están llenos de palabras, te espero aquí. Justo en un presente que no se acuerda de su pasado y que, tampoco, quiere tener nada que ver con un futuro.

Justo aquí, en un ahora que sólo cobra sentido cuando se siente. 

Y es por eso por lo que quiero sentirte con los sentidos que todavía no he usado. Tocarte como aún no lo he hecho. Cerrar los ojos para verte mejor. Y, sobre todo, llevarme conmigo un poquito de ti: tu sabor. Y que nos hablemos a besos y a gemidos, que nos queramos con abrazos y suspiros y que, despidiéndonos, no exista nada más cercano que nuestro adiós. 

Y es que quiero tenerte ahí donde a veces se me olvidan las palabras: 
En la punta de la lengua. 

¿Que qué me pones? 
Ponme tu nombre, y cárgalo a mi cuenta. 

Noemí Carnicero Sans.







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