«Por mucho que se diga que vivimos en el peor de los mundos posibles, la gente desconoce cómo era el mundo real hace nada. Tenemos más oportunidades que nunca para ser lo que queramos ser.»
Miquel Silvestre protagoniza Diario de un Nómada en TVE, una serie a través de la que recorre el mundo en moto para escribir y contarnos cómo se ven desde sus ojos los países que visita en busca de historias y aventuras. Se licenció en Derecho y, un año después de haberse ganado con el número 1 de su promoción una plaza como Registrador de la Propiedad, decidió coger una excedencia de un año para viajar y escribir la que iba a ser su mejor novela. Sin embargo, descubrió que las mejores historias se escondían tras el rastro de personajes históricos españoles que habían dejado su huella alrededor del mundo. Por eso, comenzó a seguir sus pasos en la que llamó la Ruta de los Exploradores Olvidados. Empezó a grabar sus viajes y a publicarlos en Youtube al tiempo que escribía reportajes para medios de comunicación como ABC o El País. Más tarde, el éxito cosechado con sus vídeos y libros de viajes le llevarían a tener su propio programa en televisión convirtiendo a los telespectadores en cómplices audiovisuales de sus aventuras. Con alma de filósofo y talento de escritor, Miquel Silvestre describe, reflexiona y comparte sus aprendizajes en nuestras pantallas y en sus más de 20 libros publicados gracias a los que, años después de haber solicitado esa excedencia, sigue contemplando la vida desde su mejor balcón al mundo: su moto.
Siempre te ha apasionado escribir. De hecho, es escribir lo que te llevó a coger una excedencia en tu plaza como registrador de la propiedad tras conseguirla después de 6 años de oposición para escribir una novela. ¿Desde cuándo escribes? ¿Cuál es la necesidad que te impulsa a coger una libreta y contar historias?
Escribo desde que era niño porque desde muy pequeño leía mucho. Cuando leía una historia me entraban ganas de repetirla, de escribirla pero de otra forma. Por eso replicaba los tebeos, los libros, empecé a escribir redacciones, cuentecillos… Soy precoz escribiendo y publicando también, puesto que empecé en 2002 y, desde entonces, no he parado.
Anterior a la literatura de viajes, escribiste varias novelas. Ahora, escribes tus aventuras siguiendo la pista de exploradores a través de quienes explicas parcelas de la Historia. ¿Cómo escoges los personajes y las rutas que vas a realizar?
Hay un poco de todo. Algunos me han descubierto a mí, otros los he buscado yo porque me interesaba conocer más sobre ellos (como cuando voy por una calle y me encuentro un nombre que no conozco en una placa y me pregunto ¿quién era ese tío?) y otros, simplemente, aparecen en el recorrido que voy a hacer. A veces me interesa el personaje y otras el destino. El primer personaje, por ejemplo, lo encontré cuando en Irlanda, un amigo, me dijo que investigara sobre Francisco de Cuéllar, el náufrago de la Armada Invencible. Seguí su itinerario en moto, escribí un reportaje sobre el personaje y se publicó rápidamente en ABC. Entonces vi que esto de hacer el viaje mezclado con historia española poco conocida podía dar mucho juego, ser muy interesante para mí y tener salida comercial.
¿De qué manera escribir transforma tus emociones y experiencias? ¿Quedaría una parte de ti o de ese proceso personal pendiente si no las pudieras plasmar sobre el papel?
El hecho de escribir las cosas me permite sentir la emoción más intensamente. A veces estoy viviendo algo y no es hasta que no pongo ese recuerdo en palabras cuando, al leerlo, penetra directamente en la corteza de mis sentimientos y surge la emoción. Al verbalizarlo lo puedo pensar y sentir mejor. Incluso a veces, al escribir las experiencias más traumáticas buscando la estética de la narración, hace que la experiencia se justifique. Una escena sórdida bien descrita, también es literatura.
Existe una estrecha relación entre la soledad y la escritura ya que sin lo primero, es complicado desarrollar lo segundo. Sin embargo, a la hora de viajar por el mundo, tan lejos de casa, de tu cultura y costumbres, de tu sociedad… ¿Has experimentado sensaciones de soledad y nostalgia? ¿Cómo les haces frente?
En viajes muy largos como la vuelta al mundo, que fue año y medio fuera de casa, siempre hay algún momento de soledad o nostalgia por la dureza del sitio, porque está lloviendo mucho o porque estás cansado y todos los días son parecidos. Les haces frente dándote cuenta de que no hay vuelta atrás, que hay que seguir, que no puedes abandonar la moto y coger un avión de vuelta. Al final los estados de ánimo son cíclicos y después de unos días de bajón vienen los de subidón. Además, son raros los momentos en los que me siento solo porque cuando viajo estoy muy ocupado. Me paso el día haciendo fotos, filmando, fijándome en las cosas, escribiéndolas… Cuando llego a los sitios se trata de conseguir un sitio para dormir, comer, beber y prácticamente, ya has echado el día.
No solo el idioma importa para comunicarse. ¿Qué habilidades sociales has tenido que desarrollar para relacionarte con culturas y sociedades tan distintas?
No sé si las desarrollas o si las tienes ya de antes, si son innatas. Pero creo que la habilidad más importante es saber leer las situaciones, saber cuándo estás seguro en un sitio y cuándo no. Tener la capacidad de empatía, de interpretar al otro sin palabras, darte cuenta de cuándo están reaccionando de una forma o de otra; Para mí fue muy importante darme cuenta de que lo que yo interpretaba como hostilidad, era simplemente incomprensión. Los africanos, por ejemplo, me miraban continuamente y además lo hacían serios, lo cual al principio imponía. Ellos no te entienden, no saben qué haces allí ni qué es lo que quieres, entonces no saben cómo reaccionar. Empecé a saludarles con la mano y, de repente, se les iluminaba la cara y te sonreían. Eso me hizo entender que el saludo rompía la barrera y facilitaba las cosas. Por eso el “very Good, my friend”, el entrar en un sitio y ser expansivo saludando a todo el mundo en voz alta y el ser amistoso. Las personas suelen ser como niños grandes.
¿Cómo adaptas a tu normalidad occidental todas las experiencias vividas en tus viajes? Me imagino que debe ser inevitable comparar.
Del primer viaje a África, por ejemplo, volví muy impresionado. Pero después, a base de repetir, a todo te acabas acostumbrando. A lo que más me cuesta acostumbrarme, sin embargo, es a no poder hacer lo que me da la gana cuando vuelvo. A entrar a los sitios dando voces, tratar a la gente amistosamente, dar la mano, palmear la espalda… Eso, con el reglamentismo de España, no puede ser.
Dices que “el viaje es una modalidad intensa de vivir”, y también que eres un “permanentemente insatisfecho”. Tras haberte convertido en un aventurero profesional y haber recorrido el mundo con cantidad de experiencias, ¿llega un momento en el que cada vez cuesta más que algo te emocione o te sorprenda?
Tienes una cierta tolerancia a los paisajes y, aunque quizá no tanto como antes, sigue habiendo cosas que te llaman la atención. Por eso, cada vez que puedo salir, noto inmediatamente la transformación que sucede en mí. Ahora cuando viajo tengo menos tiempo, así que el mes que tengo para viajar, es algo que llevo esperando todo el año.
Viajas para escribir y escribes para contar lo que ves desde tu moto, que es tu balcón al mundo. Cuando vuelves, comunicas tus experiencias no solo desde un punto de vista descriptivo y personal, sino que lo haces a través de reflexiones que nacen en tus valores. ¿Cuán importantes consideras los valores dentro de una sociedad? ¿Y la nuestra, los tiene o los está perdiendo?
Los valores son importantes en una sociedad porque sin valores no hay sociedad. Una sociedad es una agrupación de individuos que tienen un proyecto común y ese proyecto solo se articula a través de unos valores, que son cambiantes en función de lo que esa sociedad necesita. Cuando hablamos de sociedades donde las necesidades básicas son la propia supervivencia, el sustento alimenticio, entonces se introducen valores sólidos como la cohesión social, la defensa de una patria común, la solidaridad intergrupal, el alimentar al hambriento, el cobijar al viajero, etc.. Sin embargo, en esta en que hay exceso de todo y donde la supervivencia alimenticia no esta en cuestión, los valores tradicionales empiezan a quebrar y surgen otros como el individualismo, el libre desarrollo de la personalidad, etc. Pero eso también en parte es la evolución natural de las cosas. Tal y como explicaba un personaje inspirado en mi abuelo en una de mis primeras novelas, el mundo está compuesto por personas que empujan y otras que resisten. Se necesita de las dos tanto para que las cosas cambien como para que se les ponga el freno evitando que los cambios sean demasiado radicales. Si a una persona del siglo II le dices que tiene a desarrollar su libre personalidad no entendería de qué coño le hablas, diría que te quemaran en la hoguera.
La austeridad, perder el miedo a perder las cosas que tienes. ¿Cómo se aprende? ¿Hubiera cambiado en algo este aprendizaje si no hubieras contado con la plaza de Registrador, lo que consideras en uno de tus libros “tener la vida resuelta”?
Son conceptos difíciles de precisar. Una cosa es la austeridad, pues se puede ser austero siendo registrador. Yo soy muy austero, en el sentido de que miro mucho el dinero, intento ahorrar siempre 1 euro cuando voy a los hoteles porque creo que un euro más que te ahorres cada noche es un litro de gasolina que tienes para seguir viajando. Utilizo siempre la misma ropa, gasto poco en cosas que considero prescindibles. La austeridad es una buena herramienta para no tener que preocuparte sobre los vaivenes de la situación económica. Yo nunca he querido tener deudas para, precisamente, no encontrarme en una situación comprometida como la que puede ser ahora. Yo pude viajar porque aprendí a gastar lo mínimo imprescindible y con eso pude sobrevivir. Desde luego, también sabía que teniendo la plaza de registrador mis padres se quedaban tranquilos y yo no me iba a ver en la indigencia. Es decir, creo que es importante tener cierta estabilidad económica y cuando los chavales jóvenes me preguntan cómo hago yo para dar la vuelta al mundo, les digo que antes estudien y se saquen la carrera. Mi padre es registrador, así que le debo esa decisión a mi padre, que por lo menos me dijo que lo intentara.
¿Se puede ser nómada mientras se trabaja en un sistema de “cadena de montaje”?
Nómada en el sentido de ser libre, claro que podemos serlo, de hecho debemos serlo. Estar en una cadena de montaje no es más que un modo de ganarnos la vida. Afortunadamente la esclavitud terminó, las jornadas extenuantes terminaron, el que los niños trabajaran también terminó. ¡De todo eso hubo! Ahora tenemos más oportunidades que nunca de encontrar nuestro propio desarrollo personal. No ha habido jamás en este mundo mayor espacio para la propia autonomía e independencia. Creo que vivimos en el mejor mundo posible. Es cierto que ahora está el Covid, el virus, pero es que antes las infecciones mataban a muchísima gente y, precisamente, el descubrimiento de los antibióticos ha hecho que tanta gente muera de Covid, porque afortunadamente hay muchísima gente mayor de 80 años. Ahora disponemos de medios, de alimentos para todos, de casas confortables… Vivimos en una situación que no hace más que progresar. Por mucho que se diga que vivimos en el peor de los mundos posibles, la gente desconoce cómo era el mundo real hace nada. Tenemos más oportunidades que nunca para ser lo que queramos ser. Lo que hay que luchar es contra los dogmáticos que intentan, en este universo tan privilegiado, ponernos bozales, cadenas, para que seamos como ellos dicen que tenemos que ser. Los inquisidores siguen aquí, nunca se han ido, lo que pasa es que ahora han cambiado el credo.
¿Cómo te ha cambiado el hecho de ser padre en relación con tus viajes, riesgos y aventuras?
Los hijos lo cambian todo. Asumes los riesgos porque no se pueden evitar al viajar en moto, pero desde luego tanto en la distancia, en la duración de los viajes como en las cosas que uno hace, eres más consciente del riesgo que asumes y de lo que te puede pasar, pero no por ello dejo de hacer las cosas que me importan o me gustan, y espero que ellos lo entiendan.
Tus hijos, el día de mañana, puede que vean los viajes de su padre, su mayor referente, y quieran imitarle. ¿Qué les dirías?
Si me imitan sacado las oposiciones, después, que hagan lo que les salga de las narices. Eso es lo básico. Lo que un padre quiere es que su hijo tenga dónde caerse muerto. ¿Qué va a ser de ti el día en que yo no esté?. Si después deciden ser artistas, escritores o viajeros, perfecto, siempre y cuando hayan sacado un modo de vida, una formación científica que les permita después sobrevivir en cualquier ambiente. Lo que yo quiero es que sean felices.
¿Cómo planteas o imaginas tus viajes en época post coronavirus? ¿Y de qué manera crees que nos va a cambiar en general a la hora de viajar y de vivir? ¿Hay lado positivo?
Si esto permanece no sé muy bien cómo van a ser los viajes ni cuál será el escenario. Ahora, por ejemplo, dicen que harán parcelas en las playas para que haya dos turnos. Ese cambio radical va a generar tantísimos conflictos… Porque en una sociedad como la española que es tan reglamentista y, por otro lado, tan caótica y anárquica, vas a tener peleas en las playas continuamente. Vas a llegar allí y te encontrarás con tu parcela ocupada, cuando llegue el cambio de turno te encontrarás que el de la parcela no quiere irse y que los de al lado empiezan a invadirla… Va a haber violencia. Está claro que hay un formato de viaje que es el viaje en moto, en coche o autocaravana, que va a verse poco afectado. La autocaravana será un sector que crecerá mucho y como lo hará tanto empezarán a restringirlo cada vez más. Los viajes estarán más centrados en el paisaje y la naturaleza. Por ejemplo, viajar por el territorio desconocido de la España vaciada será posible, pero mientras haya miedo, no sé cómo será entrar en los pueblos, visitar los monumentos y disfrutar de los restaurantes, que eso es lo que yo veo complicado. Habrá que ver cómo evoluciona.
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